Del púlpito a la plusvalía: los pecadillos inmobiliarios del cardenal Rivera

abril 30, 2025

Por Enzo Guzmán

Cuando uno piensa en los votos de humildad, castidad y pobreza, difícilmente se imagina departamentos de lujo, camionetas blindadas y jueces amigas que reparten amparos como hostias. Pero el cardenal Norberto Rivera, siempre tan piadoso, encontró la forma de compatibilizar la doctrina con el lujo sin perder la bendición. Al parecer, después de años de recibir jugosos “donativos” —algunos provenientes de fieles muy generosos y de moral flexible—, el purpurado se encontró con un sobrante de fe… y efectivo.

La tentación no fue el demonio, sino Mitikah. Dos departamentos en la torre más cara de la Ciudad de México. Valor de la operación: alrededor de un millón de dólares. Nada mal para un “humilde servidor de Cristo”. No es que le falte espacio en el cielo, pero nunca está de más tener una vista al sur con amenidades de lujo y seguridad privada. Por aquello de que los caminos del Señor, a veces, pasan por zonas gentrificadas.

Pero aquí no termina el viacrucis del cardenal. Tras la comprita, llegó la cruz fiscal: 1.3 millones de pesos en impuestos por la transacción. Y como bien sabe cualquier pastor, cuando el cordero se queda sin gasolina para su camioneta Teramont blindada de más de 2.5 millones de pesos, hay que buscar ayuda en el rebaño judicial.

Ahí entra la jueza Blanca Lobo, su vecina de fe en la colonia Roma y conocida protectora de causas tan piadosas como cuestionables. Rivera solicitó un amparo para que el SAT le devolviera sus milloncitos y —¡milagro!— se lo concedieron. ¿Fue por devoción, por compasión… o por una promesa de terrenos en el más allá (o en Durango, donde el clérigo es dueño de al menos 23 propiedades)? Misterios que ni el catecismo resuelve.

Lo cierto es que, con su amparo bajo el brazo y sus trámites terrenales resueltos, Su Eminencia emprendió un nuevo viaje. Esta vez a Roma, por supuesto en clase ejecutiva, para despedir al Papa Francisco y, tal vez, asegurarse de que su retiro espiritual esté bien cimentado… con mármol italiano y copa en mano.

Mientras tanto, los fieles siguen rezando, pagando sus limosnas y creyendo que el Reino de Dios es para los pobres. Porque en esta tierra, la humildad también se mide en metros cuadrados, y el perdón de los pecados cuesta menos que un buen notario.

Y así, el cardenal sigue su camino… entre la cruz y el penthouse.

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