En Contraste - Luz y Sombra

diciembre 9, 2024

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, supuso una nueva distribución de poder en la invasión de Rusia a Ucrania y la de Israel a Palestina.

Los analistas habrían dicho la semana posterior al triunfo del republicano que, tanto para Vladimir Putin como para los palestinos, la política internacional de los Estados Unidos, habría de tomar un giro de 360 grados.

No obstante, la caída este fin de semana del tirano Bachar al-Ásad en Siria que gobernó durante 24 años y cuya caída supuso el término de una dinastía de poder y horror de más de 50 años apoyada casi siempre por potencias extranjeras, entre ellas Rusia, cambia el mapa político en Oriente Medio.

La ocupación de Damasco por parte de la Organización para la Liberación de Levante, obligó al oftalmólogo dictador de Siria a huir a un lugar desconocido, de acuerdo a informes brindados por el Ministerio del Exterior de Rusia y en ese momento fueron liberados los presos políticos, encarcelados por el sistema.

Claro que la incertidumbre en Siria ha crecido y, por tanto, el secretario general de Organización de las Naciones Unidas Antonio Guterres, instó a las partes involucradas en el conflicto a dialogar para alcanzar una solución al conflicto o, mejor dicho, a la guerra civil, que evite la violencia y abone a la reconstrucción de Siria.

Mientras tanto para el Premier Israelí Benjamín Netanyahu este domingo fue “un día histórico en Oriente Medio”, cuando supo que Bachar al-Ásad había sido depuesto al igual que su régimen. Netanyahu visitaba a las tropas israelíes desplegadas en los Altos de Golán justo en la frontera de Israel con Siria.

Allá en Monte Bental, punto de observación situado en el Golán, Netanyahu sostuvo que “el compromiso de Israel es proteger su frontera y garantizar que ninguna fuerza hostil se establezca en alguna de las fronteras que Israel tiene, casi la mayoría con naciones adversas al régimen de Netanyahu.

El premier judío, se adjudicó parte de la caída del régimen tirano de Bachar al-Ásad a “los golpes que infringimos a Irán y Hezbolá”, principales aliados del dictador sirio y esto -señaló- generará una reacción en cadena en todo Medio Oriente con aquellos que buscan liberarse de un régimen opresor y tirano”, refiriéndose claramente a sus enemigos en la franja de Gaza.

Claro es que el gobierno de Joe Biden que termina el próximo 20 de enero, cuando asuma Donald Trump la administración estadounidense, se ha pronunciado ya por la paz en Siria y ha dicho que se sumarían a un acuerdo de civilidad que lleve al país a elecciones democráticas con las fuerzas políticas que depusieron a Bachar al-Ásad.

Israel podrá descasar a sus tropas militares en esa frontera y, puede esperar que Irán y Hezbolá, sin el apoyo de Siria, le piensen un poco antes de continuar con las confrontaciones en Oriente Medio.

Mientras tanto, en el otro frente, Vladimir Putin tiene claro que la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, va a favorecer el cese de hostilidades en Ucrania y también la posibilidad de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), prohíba el uso de misiles de largo alcance por parte de los ucranianos.

Es claro que la intención rusa de mandar un misil ultrasónico que, según ellos impactó apenas a 5 metros de su destino, fue infligir miedo a Volodimir Zelensky y a las naciones que apoyan a Ucrania, con su capacidad de enviar esos misiles ultrasónicos con ojivas nucleares, pero no queda claro que los rusos tengan todavía esa capacidad bélica.

De entrada, la llegada de Trump a la Casa Blanca y la deposición de Bachar al-Ásad en Siria habrá cambiado el destino, quizá para bien, de eso dos puntos prendidos con fuego en la geografía global. Aunque Rusia juega con fuego al darle asilo político al exdictador sirio.

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